Repiten el día en su mente, escuchan amenazas cuando contestan el teléfono e intentan seguir haciendo su trabajo. Los miembros del personal del Congreso siguen luchando tras el atentado del 6 de enero en el Capitolio, tanto si se escondieron de la turba violenta en su lugar de trabajo como si observaron aterrorizados desde casa.
La semana pasada, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se refirió a las consecuencias de los atentados, cuando dijo a los periodistas que había asistido a una sesión sobre traumas organizada por la Oficina del Médico de Base y la Oficina de Asistencia a los Empleados. Los objetos robados en su despacho y los cristales y muebles rotos en el Capitolio fueron simplemente violaciones de la propiedad, dijo, aun cuando señalaran una amenaza mayor para la democracia.
“Respeto el despacho de la presidencia y los accesorios de la historia que allí se encuentran. Pero me preocupa más el daño que hicieron a nuestro personal, a nuestros colegas del Congreso y al personal de custodia”, dijo. “Eso es un daño que debe ser abordado”.
Más de una docena de colaboradores del Congreso y trabajadores del poder legislativo hablaron con CQ Roll Call sobre la angustia de las últimas semanas, la mayoría solicitando que no se utilizaran sus nombres para poder describir con franqueza su propia salud mental y los recursos proporcionados por sus empleadores.
Impotencia en casa
Cuando los alborotadores superaron a la policía del Capitolio y asaltaron el edificio, algunos empleados se refugiaron en las oficinas, escondiéndose bajo los escritorios, poniéndose máscaras antigás y colocando barricadas en las puertas. Muchos más observaron con ansiedad desde casa, sin saber si sus colegas, amigos o jefes sobrevivirían. Lo vieron por televisión en directo y siguieron los tuits y los textos frenéticos enviados desde el interior.
Cuando se les preguntó cómo lo estaban enfrentando sus equipos de trabajo, varios legisladores y altos funcionarios subrayaron que muchos ya habían estado trabajando a distancia debido a la pandemia del COVID-19.
Los pasillos han estado relativamente vacíos durante meses, mientras la pequeña ciudad que es el complejo del Capitolio se adaptaba al coronavirus. Antes, los colaboradores de los senadores y los representantes hacían fila para tomar un café con otros miembros de la plantilla de 30 mil personas del poder legislativo, incluida la Policía del Capitolio y los empleados del Arquitecto del Capitolio, desde los equipos de custodia hasta los expertos en conservación histórica.
Pero los empleados que trabajaron desde casa el 6 de enero afirman también estar traumatizados, y describen sentimientos de culpa e impotencia.
“Tan pronto como el Capitolio fue violado, pensé inmediatamente en mis compañeros de trabajo”, escribió un empleado de la Cámara Baja en un correo electrónico. “Mis compañeros se vieron obligados a evacuar y refugiarse en los pasillos de Longworth durante horas, sin ser plenamente conscientes de todo lo que estaba ocurriendo en la superficie. No poder comunicarme para nada con ellos me generó ansiedad”.
Otra empleada que estaba trabajando remotamente el 6 de enero comentó lo mal que lo pasó, y que el hecho de estar a distancia lo hace aún más difícil. Dos días después del ataque, se puso en contacto por videollamada con dos empleados de otras oficinas y finalmente compartió el dolor común.
“Ha sido una de las situaciones más catárticas hasta ahora. Mi colega preguntó: ‘¿Cómo están realmente?’ y creo que todos estuvimos inmediatamente al borde de las lágrimas”, dijo la asistente, que trabaja para un demócrata del Senado.
El representante Gerald E. Connolly comentó que su propia familia se sintió identificada. Fue uno de los últimos miembros en abandonar la Cámara de Representantes antes de que la policía del Capitolio disparara y matara a un alborotador que intentaba entrar en el vestíbulo del presidente de la Cámara Baja, justo al lado.
A medio mundo de distancia, su hija estaba atenta a cada detalle del desarrollo de los acontecimientos. “Mi hija está en Australia, así que ella y mi esposa estuvieron literalmente al teléfono durante cinco horas, para consolarse mutuamente”, reveló el demócrata por Virginia.
Algunos de sus ayudantes están lidiando con el hecho de que tienen familiares que, al igual que los alborotadores, apoyan fervientemente al expresidente Donald Trump y creen que le robaron las elecciones.
“Pude haber estado en ese edificio y haber sido asesinado, ¿y hay gente que defiende eso?”, dijo Connolly, al describir las duras conversaciones y pensamientos que su personal puede estar teniendo. “Y cada día salen nuevos detalles que son peor de lo que sabíamos”.
Intenta liderar con compasión y está pensando en hacer circular un libro sobre la recuperación del trauma que le recomendó su hija.
“Hay mucho estrés y rabia”, dijo Connolly. “Estamos validando los sentimientos, sean los que sean. Curiosamente, las personas que creo que estaban luchando más son las que físicamente no estuvieron aquí”, comentó.
El representante republicano por Ohio Steve Stivers dijo a su personal que todos debían trabajar a distancia el 6 de enero, no porque temiera la violencia, sino porque con las grandes multitudes pensaba que los traslados podrían ser un problema. Fue la única persona de su equipo que estuvo en el Capitolio ese día.
“Pero aun así, ver en la televisión que el lugar en el que trabajas todos los días es invadido por la gente es dramático. Así que hemos estado dando seguimiento a todo el personal, hablando con todos, asegurándonos de que están bien”, afirmó.
Aunque ha estado en contacto con el Comité de Administración de la Cámara Baja para identificar los recursos disponibles, también está preocupado por los agentes de la Policía del Capitolio que se enfrentaron a las hordas violentas y luego trabajaron en turnos de 12 horas durante la inauguración.
“Quiero asegurarme de que no solo nuestro personal, sino también la Policía del Capitolio y otras personas que han pasado por mucho aquí reciban la ayuda y el apoyo que necesitan”, dijo Stivers, señalando la muerte de un agente por suicidio a principios de este mes.
El viernes después del asedio, la representante demócrata Cindy Axne regresó a su distrito en Iowa y llamó a cada uno de los miembros de su personal en Washington para saber cómo estaban. Un puñado de ellos se había refugiado en su lugar en el Capitolio ese día, pero la mayoría había estado trabajando desde casa.
“Es una acción maternal, pero la apreciamos por ello”, dijo uno de sus colaboradores.
Varios de los ayudantes de Axne han recurrido a los servicios de asesoramiento de la Cámara Baja, a lo que Axne los alentó en sus llamadas telefónicas personales.
Apoyo institucional
La sesión sobre el trauma físico, psicológico e indirecto a la que asistió Pelosi fue solo una de las opciones disponibles para los legisladores y empleados tras el 6 de enero, pero algunos dicen que no es suficiente.
“La respuesta de nuestra oficina en cuanto a apoyo al personal ha sido bastante escasa, lo que honestamente no es sorprendente y refleja la falta general de competencias en materia de recursos humanos en el Capitolio”, comentó un asesor del Senado.
Un día después del ataque, el personal de la Cámara Baja recibió un recordatorio de los recursos que siempre ofrecen la Oficina de Asistencia a los Empleados (OEA, por su sigla en inglés) y los Programas de Asistencia a los Empleados, como el asesoramiento inmediato.
“Mientras la comunidad de la Cámara de Representantes se repone tras los trágicos acontecimientos de ayer, tengan en cuenta que todos los representantes, el personal de la Cámara y sus familias tienen acceso a los servicios que ofrece la OEA”, dice la carta dirigida a “Estimados Colegas” de la directora administrativa Catherine Szpindor.
La mayoría de los empleados que hablaron con CQ Roll Call dijeron que esa información les llegó y que sus jefes les animaron a utilizarla.
El 8 de enero, la Oficina del Médico de Base y la OEA se unieron para enviar un mensaje a los funcionarios en el que se describían los síntomas emocionales y físicos.
“Aunque nos mantendremos fuertes y perseveraremos, es común que en momentos como éste se experimente una amplia gama de emociones perturbadoras, pensamientos, síntomas físicos de estrés e, incluso, cambios de comportamiento”, decía el correo electrónico.
“Queremos asegurarles que estas reacciones de estrés son normales e incluso esperadas tras la exposición a un acontecimiento traumático de esta naturaleza, y que la resiliencia es, con mucho, el resultado más común tras un trauma”, continuaba.
Aunque los sitios web, los números de teléfono y los seminarios web son útiles para algunos, otros están preocupados por la dinámica en el lugar de trabajo descentralizado que es el Capitolio, donde cada oficina de los legisladores funciona en lo que puede parecer su propia burbuja.
“Tanto el personal de alto nivel como el senador han hablado de labios para afuera sobre este tema, pero no creo que haya un liderazgo real al respecto”, dijo una asesora del Senado.
Describió a los altos funcionarios “descargando su trauma en el personal subalterno”, alegando que este mal manejo no era por maldad, sino que se derivaba de la falta de herramientas y comprensión de cómo comunicarse con los empleados que están batallando.
Otros miembros del personal describieron una mentalidad de “vuelta al trabajo”, ya que el nuevo año, el nuevo Congreso, el nuevo presidente y la pandemia en curso significan una avalancha de trabajo en el Capitolio.
Una empleada legislativa del Senado centrada en la atención sanitaria ha sentido la carga adicional de proporcionar recursos a sus compañeros, simplemente porque tiene relaciones con organizaciones de salud mental. Cuando la American Foundation for Suicide Prevention le envió por correo electrónico algunos recursos, pulsó “reenviar” para hacerlos llegar a sus colegas.
Lo que realmente ayudaría a su salud mental son unos días de descanso, dijo. Pero con la atención sanitaria y la pandemia en el punto de mira, siente que no puede. La sensación no es nueva, solo se ha agravado. No se ha sentido cómoda tomando tiempo libre desde marzo de 2020, cuando el coronavirus estalló en Estados Unidos.
Otro asistente demócrata del Senado comentó que en cada reunión y videollamada durante al menos una semana después del ataque, el personal superior se aseguró de mencionar los apoyos de salud mental disponibles, incluyendo enlaces y números de teléfono.
“Me siento inmensamente apoyado por mis jefes. Creo que todos nos sentimos igual. Sin embargo, el personal con el que hablé se sintió traicionado. Yo también me siento traicionado. El apoyo que nos falta no es el de la salud mental, sino el de cualquier garantía de que será seguro volver al lugar de trabajo”, dijo.
No estaba seguro de que el apoyo a la salud mental o al trauma fuera a calmar la nueva sensación de miedo que siente.
“Fui a trabajar ese día confiando en que estaría a salvo. La gente decía que podía ser peligroso, pero me dije que la Policía del Capitolio estaría allí, así que no habría problema”, dijo el ayudante.
Muchos afirmaron que habían escuchado muy poco, o nada, de la Policía del Capitolio en las últimas semanas sobre la seguridad en el complejo del Capitolio, a pesar de la intensa cobertura de los medios de comunicación sobre su lugar de trabajo. Quieren que se les oriente sobre cómo protegerse mejor en el futuro y que se les responda sobre lo que salió tan mal el 6 de enero.
“Fue traumático no por lo que ocurrió, sino por lo que ahora sabemos que puede ocurrir. Y esa posibilidad nunca se me había pasado por la cabeza antes del miércoles”, dijo.
Las imágenes de los trabajadores de custodia afroamericanos y latinos recogiendo los muebles y cristales rotos, y limpiando los suelos cubiertos de residuos de gas pimienta se hicieron virales en los días posteriores, poniendo de relieve a los trabajadores esenciales que no pueden trabajar desde casa durante la pandemia. Múltiples empleados legislativos plantearon en entrevistas su preocupación por la accesibilidad de los recursos de salud mental para los trabajadores del complejo del Capitolio que trabajan en la oscuridad.
Todos los empleados de la Cámara Baja y el Senado, incluido el personal de custodia y otros equipos del Arquitecto del Capitolio, tienen acceso a los recursos de asistencia de salud mental tanto urgentes como programados. Sin embargo, algunos de los que realizan trabajos en el Capitolio, como los contratistas del servicio de comidas y los enlaces militares, no son técnicamente empleados del poder legislativo.
Un grupo bipartidista de legisladores de la Cámara de Representantes instó esta semana a la Oficina de la Administración de la Cámara Baja y a la OEA a pensar más ampliamente.
“Tenemos entendido que la OEA ha ampliado sus servicios y está trabajando sin descanso para garantizar que el personal entienda los recursos de que dispone. No obstante, las necesidades están aumentando y deberíamos ampliar estos servicios para incluir a todo el personal del Capitolio que podría verse afectado”, escribieron los demócratas Jason Crow, de Colorado, y Alexandria Ocasio-Cortez, de Nueva York, y las republicanas Nancy Mace, de Carolina del Sur, y French Hill, de Arkansas.
También quieren garantizar que haya “servicios y recursos culturalmente competentes para todos los empleados, incluidos aquellos para los que el inglés es un segundo idioma”.
‘Se lo buscaron’
En muchas oficinas del Congreso se produjo un aumento de las llamadas telefónicas en los días posteriores a los atentados, lo que supuso una nueva tensión para el personal, emocionalmente agotado.
“Nuestra oficina está inundada de llamadas que dicen: ‘Fue antifa’ y ‘Se lo buscaron'”, dijo un asesor de un demócrata de la Cámara de Representantes.
A menudo, la atención de las llamadas y los mensajes de voz que llegan a la oficina recae en asistentes de menor rango, como los auxiliares de personal. En épocas anteriores a la pandemia, los empleados más experimentados podían escuchar cómo se les asistía para enseñarles a lidiar con la agresión, pero el trabajo a distancia de COVID-19 ha debilitado algunos de esos apoyos.
“Se trata de veinteañeros sentados solos en su apartamento atendiendo estas llamadas”, comentó el asesor demócrata de la Cámara Baja. “Obviamente, algo realmente aborrecible y desmoralizante para el personal que ya ha pasado por mucho”.
Las oficinas republicanas también están siendo asediadas tanto por la derecha como por la izquierda ideológica. Las amenazas y otras llamadas y mensajes de voz cuestionables se envían a la policía del Capitolio, como es habitual, pero el personal tiene que ocuparse del vitriolo.
La Congressional Management Foundation (CMF), una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es fomentar la confianza y la eficacia en el poder legislativo, insta a las oficinas a que introduzcan cambios, aunque sean temporales, en sus procesos de recepción de llamadas en un esfuerzo por proteger al personal.
“El Congreso ha cambiado las barreras de seguridad para proteger la salud física y la supervivencia del personal. Pero, ¿qué ha hecho el Congreso para cambiar otras barreras para proteger la salud mental y el bienestar del personal?”, preguntaron el presidente de la CMF, Brad Fitch, y Katherine B. McGuire, jefa de defensa de la American Psychological Association.
El 15 de enero pidieron a los responsables del Congreso que aplicaran una serie de cambios concretos. Los empleados deberían poder terminar las llamadas si se producen ataques verbales, y varias personas deberían rotar en las tareas de atención telefónica, dijeron.
Algunas oficinas ya lo están haciendo. En la oficina de Axne, por ejemplo, los empleados están rotando al recibir cientos de llamadas y mensajes de voz cada día relacionados con el ataque del 6 de enero.
Otro empleado de la Cámara Baja comentó que no estaba seguro de que sus jefes estuvieran informando de las llamadas abusivas a la Policía del Capitolio. La CMF quiere que todas las oficinas tengan un plan claro para documentar y denunciar las amenazas.
Fitch y McGuire piden a los legisladores que actualicen las grabaciones de sus buzones de voz oficiales y que revisen a fondo sus sitios web. En la sección de “contacto” debería indicarse claramente que es un delito federal amenazar la vida de un miembro o empleado, indicaron.
‘Bofetada en la cara’
En el exterior del Capitolio se erigieron ominosamente una soga y una horca, y un hombre recorrió los pasillos del Congreso portando una bandera confederada. La turba que atacó el edificio incluía símbolos innegables del racismo y de la violencia contra los afroamericanos.
Los empleados afroamericanos, muchos de los cuales se manifestaron para promover la protección de las vidas de su gente contra la brutalidad policial, observaron cómo una disminuida presencia de la Policía del Capitolio se vio superada por la horda abrumadoramente blanca, en algunos casos abriendo puertas y tomándose selfies con los insurrectos dentro del edificio.
No estoy seguro de poder decir que he sido capaz de “sobrellevar” estos acontecimientos, pero en este tiempo he dado prioridad al autocuidado y a permitirme sentir los sentimientos que tengo en lugar de apartarlos de mi mente”, dijo un empleado afroamericano a CQ Roll Call.
Hablar con otros asistentes ha sido esencial, incluidos los miembros de Congressional Black Associates (CBA), un grupo de empleados con 40 años de historia. “Me parece terapéutico hablar con otros miembros afroamericanos del personal del Congreso, así como con el personal del pasado sobre cómo se han sentido respecto al 6 de enero y, francamente, acerca de todos los días desde entonces”, dijo el ayudante.
Ante la violencia y las imágenes el racismo, el mismo asistente comentó que están analizando las palabras de los veteranos representantes John Lewis y Elijah E. Cummings.
“Cuando estemos bailando con los ángeles, la pregunta será … ¿qué hicimos para mantener intacta nuestra democracia?”, preguntó Cummings, demócrata por Maryland.
“Hay que ser audaz, valiente y valeroso, y encontrar la manera de interponerse en el camino”, dijo Lewis, demócrata por Georgia.
“Cuando pienso en sus luchas y en los que arriesgaron sus vidas durante el movimiento por los derechos civiles, me digo a mí mismo que debo seguir adelante”, agregó el asesor.
En una llamada con miembros de la CBA y del Senate Black Legislative Staff Caucus (SBLSC) la semana pasada, los asesores compartieron su frustración. Algunos hablaron de que descienden de los esclavos que construyeron el Capitolio en el que ahora trabajan y de que se sienten traicionados por la institución, según una persona familiarizada con la llamada.
Los empleados afroamericanos tienen muchas preguntas sin respuesta sobre la ligera respuesta de la policía a los atacantes, en su mayoría blancos, incluido el papel que desempeñó el sesgo implícito y el tipo de capacitación que recibió la policía del Capitolio sobre ese tema.
Los ayudantes de la CBA y el SBLSC en la llamada indicaron que quieren que se rindan cuentas, pero también quieren construir una relación más fuerte entre la policía y los empleados afroamericanos, tal vez incluso invitando a los oficiales a reuniones informales.
Un agente afroamericano, Eugene Goodman, fue grabado en video durante los disturbios. Se enfrentó solo a una multitud que se acercaba, al principio tratando de mantenerlos alejados. Pero con una mirada hacia las puertas de la cámara del Senado y un pensamiento rápido y estratégico, condujo a los alborotadores lejos de la cámara y hacia una línea de policías. La semana pasada, Goodman fue ascendido a sargento de armas en funciones, y tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado está pendiente de aprobación una ley para concederle la Medalla de Oro del Congreso.
Funcionarios afroamericanos esperan comprender mejor a qué se enfrentan los agentes afroamericanos tras la insurrección. Según un informe de septiembre de 2020 de la Policía del Capitolio, el 29 por ciento de los agentes bajo juramento del cuerpo son afroamericanos, y el 59 por ciento son blancos.
Herline Mathieu, presidenta de la CBA, declaró que el mes pasado solo ha expuesto aún más la desigualdad racial y la doble moral de las fuerzas del orden, recordando la “desalentadora y abrumadora” presencia policial en las marchas del movimiento Black Lives Matter en 2020.
“Desafortunadamente, como personal afroamericano, nuestras quejas existían mucho antes del ataque al Capitolio”, dijo Mathieu en un comunicado.
“Para nosotros, la respuesta desordenada de las fuerzas del orden fue una bofetada en la cara, que también causa preocupación por nuestra seguridad en nuestro entorno de trabajo en el futuro”, dijo.
Las organizaciones de empleados que reúnen a los asistentes afroamericanos del Congreso para el desarrollo profesional y la creación de redes también esperan animar a sus miembros a dar prioridad a la salud mental.
“Tras la insurrección en el Capitolio, es aún más importante, especialmente a medida que continuamos navegando por nuestras siempre cambiantes nuevas normas, que los empleados afroamericanos y de color, muchos de los cuales ya se sienten responsables de resolver los problemas raciales en torno a las desigualdades, tengan un recurso para el bienestar y un recordatorio de lo importante que es dar prioridad a la salud mental”, escribió BréYhana Johnson, presidenta social de la CBA, en un correo electrónico.
La CBA está organizando esta semana un evento centrado en la salud mental. “Mi esperanza es que, a través de los eventos sociales, nos centremos en el bienestar individual mientras seguimos sirviendo al público estadounidense”, dijo Johnson.
Los funcionarios afroamericanos no son los únicos en el Capitolio que se apoyan en las palabras y los esfuerzos de los íconos del movimiento de los derechos civiles cuando buscan un camino a seguir.
Cuando CQ Roll Call le preguntó qué herramientas o comportamientos de autocuidado le ayudaban a pasar los días posteriores al 6 de enero, una empleada blanca del Senado respondió que nada le ayudaba especialmente.
“Excepto, tal vez, ver el documental de John Lewis”, dijo sobre el documental del año pasado “John Lewis: Good Trouble” de Dawn Porter. “No sé si entra en algún enfoque aprobado por la salud pública, pero siento que si algo puede mostrarnos cómo avanzar y progresar en tiempos oscuros, es la vida de John Lewis”.
“No fue la primera vez que lo vi”, añadió. “Hay que desplegarlo estratégicamente de vez en cuando”.